miércoles, 21 de abril de 2010

FRANCIA me recuerda a un sacerdote , con estos tambien arreglan ? PUUUF , espero que alguien entienda pruuuuuu


¿«Marketing» sacerdotal?
En la solapa puede leerse el lema, escrito en inglés, "Jesús es mi jefe".
Nuestro Señor Jesucristo era experto en destrozar todas las técnicas de marketing: cuando llamaba a las gentes, les mostraba, precisamente, la faceta más molesta del «producto»: «El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz, y me siga»… «¡Maestro, que los espantas!», le dirían. «Sí», podría responder, «pero nadie dirá que le engañé».

21/04/10 6:27 PM | Imprimir | Enviar
José-Fernando Rey Ballesteros
sacerdote






Creo, de verdad, y lo he escrito muchas veces, que a Nuestro Señor Jesucristo lo hubiesen despedido de cualquiera de nuestras modernas empresas de marketing en menos de diez minutos. Nada más lejos de su forma de anunciar el Evangelio que las técnicas de “embellecimiento” de la verdad que tanto nos gustan hoy día. A mí, cuando me intentan captar para una compañía telefónica, me dicen que obtendré veinte megas de velocidad adsl, pero me ocultan que probablemente, debido a la distancia a la que vivo de la central, no llegaré ni a los ocho, y que, si llamo al servicio de atención al cliente, tendré que pasar más de cuarenta minutos escuchando música. El resultado es que los incautos muerden el cebo, y, una vez mordido, se encuentran a sí mismos maldiciendo a la compañía mientras escuchan a Mozart en telefónica lata. La empresa cuenta con ello, pero le importa menos: al fin y al cabo, el cliente ya está en el bote.

Nuestro Señor Jesucristo era experto en destrozar todas las técnicas de marketing: cuando llamaba a las gentes, les mostraba, precisamente, la faceta más molesta del “producto”: “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz, y me siga”... “¡Maestro, que los espantas!”, le dirían. “Sí”, podría responder, “pero nadie dirá que le engañé”. Jesucristo no se dirige a los incautos, sino a los insaciables buscadores de la verdad, a quienes quieren ser santos, a los enamorados y a los aventureros. Es un público distinto. Quienes le hemos seguido hemos visto confirmados todos sus pronósticos: nos hemos encontrado con la Cruz, y vivimos con Ella. Pero somos los hombres y mujeres más felices de la Historia, porque en Ella y tras Ella hemos encontrado lo que todo corazón humano ansía: la Vida Eterna y el Amor Eterno. Y ninguno de nosotros le hemos dicho a Jesús, cuando la Cruz apareció en nuestro camino: “Maestro, de esto no nos habías avisado”, porque, si algo sabíamos, era, precisamente, que el Tesoro estaba en la Cruz.

El primero en acudir al marketing para “vender” el Evangelio fue San Pablo. En Atenas, cuando encontró ante sí el enorme mercado de ideas que era el Areópago, quiso publicitar su oferta, y decidió “lavarle la cara” a la Buena Noticia. Preparó un discurso perfecto, bien hilado, como una pieza maestra de oratoria... Pero omitió mencionar el “incómodo” asunto de la Cruz; ¿para qué escandalizarlos antes de tiempo? Presentó una Resurrección sin Pasión ni dolor, una de esas resurrecciones de “oferta” en las que te llevas el Bautismo ahora y no empiezas a pagar hasta 2012, cuando la cosa ya no tenga remedio... Se rieron de él, y con razón. Pero, como era hombre sabio y santo, tomó nota de la lección, y, en su siguiente parada, Corinto, mostró que la había aprendido a la perfección: “Cuando fui a vosotros, no fui con prestigiosos discursos de sabiduría humana para anunciaros el Misterio de Dios, pues no quise saber, entre vosotros, sino a Jesucristo, y éste crucificado” (1Cor 2, 1-2).

No sé si es por que Francia está lejos de Corinto, o porque Grecia está al borde la quiebra, pero en el país galo no parecen haber aprendido la lección que con tanto dolor aprendió el Apóstol de la Gentes. La campaña que ha lanzado el episcopado francés para obtener vocaciones al sacerdocio es una campaña de marketing en el más estricto sentido de la palabra. “Mi jefe es Jesús”, dice el pin que lleva prendido un joven cuya postiza vestimenta es un clergyman bastante hortera, recortable, y de “quita y pon”. El joven, desde luego, es atractivo, y parece estar diciendo que se ha decidido entre ser ejecutivo de Microsoft o serlo de Catholic Church Incorporated, dado que le mola más el jefe de la segunda empresa que el de la primera. Échenle un vistazo a este vídeo, y díganme si no les parece un promocional de “Operación Triunfo” destinado a seminaristas en lugar de a aspirantes a estrellas del pop. El lema que anima toda la campaña es el siguiente: “soy un hombre como los demás. Acompaño a la gente en los grandes acontecimientos de su vida. Cristo me apasiona y lo digo. Me gusta la vida. Soy cura”... ¡Toma del frasco, carrasco! Cualquier incauto pensará que estamos anunciando un parque de atracciones. Sin embargo, en toda la campaña no aparece ni un solo crucifijo, ni se menciona la Cruz en lugar alguno. Cuando el incauto que “pique” y se ponga un clergyman con chaqueta azul celeste de ejecutivo reciba el primer insulto por la calle; cuando se encuentre en un pueblucho de la campiña francesa en el que a misa sólo asisten cinco viejecitas; cuando conozca a una joven preciosa que suspira a su lado, y tenga que decir “no” a lo que su naturaleza humana desea; cuando le despierten a las tres de la mañana para que lleve los santos óleos a un anciano que agoniza en su casa... ¿No tendrá derecho a decir “a mí no me ficharon para esto; me preguntaron si me gustaba la vida, y vivo rodeado de soledad y muerte; me ofrecieron el Tabor, y me han llevado al Gólgota”? ¿Podrá perseverar una vocación “cazada” con el marketing? ¿Realmente piensan que la mejor respuesta a la crisis de vocaciones consiste en llenar los seminarios de incautos, o en convertir en platós de “Operación Triunfo” los cenáculos cuya única salida es hacia el Calvario? ¿O acaso han creído que la única forma de "lavar la cara" al sacerdocio frente a las acusaciones de pederastia consiste en fotografiar niños pijos vestidos con clergyman o jóvenes metrosexuales adornados con tirilla, en lugar de mostrar al mundo los cientos de miles de sacerdotes, jóvenes y ancianos, que se dejan los días y las noches, la salud y los amores terrenos, y que soportan soledades, ingratitudes y humillaciones sin cuento para dar vida a sus hermanos mientras ellos pierden la suya? ¿No valdría más la pena, no sería más realista, mostrar esos "crucifijos humanos" empapados de Amor que son tantos presbíteros, en lugar de vender un sacerdocio burgués de "niños de papá"?

No sé, no sé...

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