sábado, 25 de septiembre de 2010

Vaticano investiga a laicas afiliadas a Legionarios de Cristo


The Associated Press

Su vida está reglamentada hasta en los menores detalles, incluso cómo comen una naranja. El silencio es la norma, la información es poca, sus correos electrónicos son vigilados, las amistades cercanas van contra lo recomendado y sus familiares deben mantenerse a la distancia. Todo, en nombre de Dios.
Así es la vida de las mujeres consagradas de Regnum Christi, una organización laica vinculada con la orden conservadora de los Legionarios de Cristo. Dedican su existencia íntegramente a la Iglesia y, al igual que las monjas, profesan votos de castidad, pobreza y obediencia.
Sin embargo, las condiciones en que viven, semejantes a las de una secta, causaron alarma al Papa Benedicto XVI, que en mayo ordenó que la Santa Sede condujera una profunda investigación -una medida extraordinaria- de presuntos abusos cometidos dentro del grupo, que opera en Estados Unidos, México, España, Filipinas y una decena de diez países más. La pesquisa comenzará en las próximas semanas.
Los abusos salieron a la luz en una investigación de ocho meses de los Legionarios, la oscura orden religiosa que el papa Juan Pablo II amaba pero que en los últimos años ha caído en el descrédito debido a las revelaciones de que su fundador, el obispo mexicano Marcial Maciel, abusó sexualmente de seminaristas y tuvo al menos tres hijos.
Regnum Christi es una organización global con unos 70.000 integrantes en más de 30 países, que tienen familias y trabajos ordinarios pero además son parte de la misión de acercar a la gente a Cristo.
Apenas unos 900 miembros son consagrados, casi todos -salvo un puñado- mujeres. Estos abandonan sus posesiones y los lazos a su vida anterior al igual que las monjas y los sacerdotes. Aceptan los estatutos aprobados por el Vaticano que los obligan a "renunciar voluntariamente al uso de su capacidad de tomar decisiones" y juran obediencia absoluta a sus superiores.
En entrevistas con The Associated Press, ocho ex integrantes del grupo provenientes de Estados Unidos y México narraron el prolongado abuso psicológico, emocional y espiritual que sufrieron de sus superiores, que les decían que vulnerarían la voluntad de Dios si violaban las reglas. Sus experiencias en la orden las volvieron, al menos por un tiempo, incapaces de enfrentar el mundo exterior.
"Siento como que hubieran lavado el cerebro", dijo J., una estadounidense que se sumó al movimiento poco después de graduarse de una universidad católica en 1997. Pidió ser identificada sólo por su segunda inicial por miedo a las represalias de la Legión, un temor que compartía la mayoría de las mujeres.
"Realmente pensé que era un pecado mortal vulnerar cualquiera de las pequeñas reglas que estaban en los estatutos o directivas", dijo.
Cuatro integrantes actuales negaron que el movimiento sea un culto y defendieron las reglas que, dijeron, buscan crear uniformidad e impulsar la espiritualidad. Aún así, reconocieron que el método de reclutamiento es problemático, ya que jóvenes de 18 años no deberían tener que hacer promesas vitalicias tras apenas seis semanas en un programa para postulantes.

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