sábado, 29 de diciembre de 2012

DESTRUCCIÓN DE LA MILITANCIA CATÓLICA POR JUAN XXIII




DESTRUCCIÓN DE la militancia CATÓLICA POR JUAN XXIII - Los festejos del 50 aniversario del Consejo sigue siendo una buena fuente de suministro de evidencia indiscutible de que Juan XXIII fue el instrumento para destruir la militancia determinante en la Iglesia Católica.  voy a citar un artículo publicado en L'Osservatore Romano el 19 de octubre de 2012 (p. 5). Su autor es Giovanni Sale, y resume un artículo en La Civiltà Cattolica, el órgano principal de los jesuitas que se dice que tienen todos los temas editados por la Secretaría de Estado del Vaticano antes de ser lanzados al público. Este artículo se basa directamente en el diario del P. Roberto Tucci, director de La Civiltà en ese momento.

Juan XXIII en el tren Detrás de la sonrisa socarrona, la intención de destruir a la militancia católica
P. Tucci a jugado un papel importante en el Consejo, como participante en la comisión que redactó la Gaudium et spes. Junto a monseñor. Achile Glorieux y el P. Bernard Häring, ocultaron la petición de 213 Obispos que piden al Consejo condenar el comunismo. (1) Por lo tanto, la petición no fue presentada a votación de la Asamblea y la palabra comunismo nunca apareció en los documentos finales del Vaticano II. Por medio de este truco,  la promesa de Juan XXIII y Pablo VI para condenar el comunismo en esa reunión (ver aquí y aquí )  se mantuvo debidamente y vergonzosamente. Después del Concilio, tucci ocupó diferentes cargos en el Vaticano, fue puesto a cargo de la planificación de los viajes papales. y, finalmente, fue nombrado cardenal en 2001 por JPII.

  El documento que sigue es fundamental para explicar dos cosas importantes:
  • Como Juan XXIII deliberadamente actuó para destruir el carácter de la Iglesia militante;

  • ¿Cómo se rompió en pedazos la lucha anti-comunista en la Iglesia y la reemplazó con una colaboración abierta con los enemigos de la Iglesia.
La publicación de este artículo en el órgano principal de la Ciudad del Vaticano - L'Osservatore Romano - que confiere  un carácter oficial. Es, por lo tanto, un documento importante para los católicos que tienen en su lucha contra el progresismo. Por esta razón, la traducción de sus partes principales se detallan más abajo en diferente colores
Para mayor comodidad del lector, le proporciono una legible fotocopia del artículo completo en italiano aquí , para que pueda comparar la traducción con los italianos. Ambos originales y mantener en sus archivos. Dado que el texto se explica por sí, sólo al final voy a escribir algunas palabras . El texto en negrita y subtítulos son del blog

El artículo describe el disgusto del Papa sobre el P. Messineo que crítica  la política pro-socialistas de Giorgio La Pira, que era entonces el alcalde de Florencia y un miembro del Partido Demócrata Cristiano. Los pasajes principales los siguientes:

Cómo conducta militante estaba prohibido

La publicación de este documento, en L'Osservatore Romano confiere un carácter oficial a
 
Al 30 de diciembre 1961 audiencia, Juan XXIII expresó al director de Civiltà Cattolica su amargura e insatisfacción sobre un artículo del P. Antonio Messineo. En esa pieza, que había sido asignada a él por el Santo Oficio, escribió en contra de las posiciones políticas de Messineo Giorgio La Pira, que consideraba demasiado indulgente o ingenuamente optimista respecto a la izquierda. "No hay que escribir cosas así en contra de un católico practicante", dijo el Papa a Tucci, "incluso si él (La Pira) es algo extraño y a veces sin la sana doctrina."
Un mes antes, el nuevo secretario de Estado el cardenal. Amleto Giovanni Cicognani también expresó su decepción con el artículo del P. Messineo y prohibió su publicación en la revista Card.. También Cicognani  desaprobaba algunos enfoques del cardenal . Alfredo Ottavinani, el secretario pro de la Congregación del Santo Oficio ", que ama a los golpes y ataques, sin tomar en consideración que el Santo Padre ha manifestado que claramente no es su tono y muy colocado que una persona se debe  adaptar al enfoque característico de este pontificado. añadió el cardenal que él personalmente cree que el método del Papa fue el mejor. "
El  comunismo agradable al  Papa
En ese mismo público, el Papa se quejó de las críticas hechas en algunos ambientes eclesiásticos sobre su respuesta al mensaje inaugural que le envió el presidente de la Unión Soviética, Nikita Khrushchev él [el Papa] ha añadido:. "El Papa no es un ingenuo , sabía muy bien que el gesto de Khrushchev fue dictada por la AIMS publicidad política, pero habría sido un acto injustificado de la descortesía de no responder a la misma, la respuesta se midió. El Santo Padre se guía por el sentido común y el sentido pastoral. "
Más adelante (en el 9 de febrero de 1963, audiencia), en otro contexto y después del comienzo del Concilio, Juan XXIII expresó un juicio equilibrado sobre el Presidente de la Unión Soviética, Jruschov describe como un hombre bueno - y no es la duplicidad A menudo dicho - con "buenos objetivos", incluso con firmeza cuando él sostiene De hecho, Kruschev había permitido a los obispos católicos de los países del Pacto de Varsovia  venir a Roma para el Consejo , en señal de " principios totalmente opuestos a los nuestros." buena voluntad, de acuerdo con los deseos del Papa, que había permitido la puesta en libertad de Metropólita Josyf Slipyi de la ucraniana greco-católica Iglesia. ...
Detienen la voz de la Iglesia militante La Civiltà
P. Roberto Tucci fue promovido de director de La Civiltà Cattolica estar a cargo de los viajes de Juan Pablo II
 
Refiriéndose a la cuestión de la política italiana, el Papa fue a dar una orientación fuerte y exigente con el director de la Civiltà Cattolica. Tucci dijo: "El Papa desea una línea menos enfática sobre asuntos de la política italiana." Específicamente Hablando de la revista, el Papa dijo que "no es necesario que la Civiltà Cattolica siempre valla a intervenir en todas las preguntas. La Iglesia tiene otros medios para hacerse oír cuando ella lo juzgue necesarias. "Suavemente pero con decisión, el Papa agregó que él no apreciaba el espíritu militante e intransigente de la revista y se adapta Preguntado Eso sí, el estilo y el contenido de los nuevos equipos . Citando a un amigo, el Papa dijo: "Los buenos sacerdotes de la Civiltà Cattolica siempre están derramando lágrimas sobre todas las cosas! Y qué han logrado con esto? ", Comentó," Es necesario ver el bien y el mal y no ser pesimista acerca de todo. "...

Católicos libre para colaborar con los comunistas

Volviendo a los asuntos políticos, recordar que si uno entre los católicos italianos del equipo, incluidos los líderes de la Democracia Cristiana, estaba librando un debate sobre la necesidad de por lo menos a "colaborar" con los socialistas en [Pedro] Nemi del gobierno. Esta posición, deseada por algunos políticos influyentes, incluyendo Amintore Fanfani y Aldo Moro, fue duramente criticado por el presidente de la Conferencia Italiana de Obispos, Cardenal. Giuseppe Siri, y también por muchos prelados de la Curia, en especial el pro-secretario del Santo Oficio [Cardenal Ottavianni].

Giorgio La Pira y Aldo Moro En los años 60 la Democracia Cristiana de La Pira, arriba a la izquierda, y Aldo Moro, derecha, coqueteó con el socialismo de Nemi, abajo a la izquierda, y el comunismo de Togliatti, derecho
Pietro Nemi y Palmiro Togliatti
La administración estadounidense estaba viendo con gran preocupación la cuestión y empujó a su embajador en Italia todo lo posible para desalentar la alianza del gobierno con la izquierda. En ese momento, muchos católicos creían que, desde el punto de vista ideológico y político, no había muchas diferencias prácticas entre la posición de los socialistas y los comunistas, por lo tanto, aceptar la colaboración con el ex implícitamente Destinado a admitir este último.

El Papa confió a don Tucci: "Es necesario ser muy cauteloso porque los políticos de hoy en día, incluso los demócratas cristianos, están tratando de sacar el partido y Su Iglesia para utilizar este modo la Iglesia que los objetivos no siempre son los más altos que ... No soy un experto en este tema, pero, francamente, no entiendo por qué no se puede aceptar la colaboración con el fin de lograr buenas cosas con otras personas que tienen una ideología diferente, siempre y cuando no se hagan concesiones en la doctrina. "

De esta manera, sin comprometerse demasiado, el Papa implícitamente permitia la colaboración entre los católicos y los socialistas con el fin de lograr el bien común. Si lo hace, se fue contra la sentencia de prelados de alto rango. Así, la larga historia de oposición entre católicos y "comunistas" (marcada por duros ataques y recíprocos, por no hablar de los actos anacrónicos de intolerancia) que caracterizó las últimas décadas de nuestra historia política nacional se estaba moviendo hacia su fin.

Empujando Italia hacia el comunismo

La posición realista del Papa en asuntos políticos, de hecho facilitó el escenario político nacional para mover hacia la izquierda. ... Hay que recordar que la opinión del Pontífice sobre la delicada cuestión de los católicos estén abiertos a la izquierda se utilizó hábilmente - gracias al firme compromiso de la prensa llamada progresista  - por los que se habían comprometido a la izquierda con el fin de orientar el escenario político nacional en este sentido. De hecho, muchos católicos, especialmente los más sensibles a los problemas sociales, se sintió libre para desconectar de sí mismas viejas obligaciones del partido y votar por la izquierda.

En las elecciones políticas de abril de 1963, los demócratas cristianos sufrieron una derrota significativa, pasando del 42,2% al 38% de los votos, mientras que los comunistas ganado cerca de un millón de votos. Ese resultado elevó el pánico Certain electoral en el mundo católico, y las ponen también entre los aliados de la Democracia Cristiana en el gobierno. Milieus los Muchos, incluso eclesiásticos, que se atribuye parte de la responsabilidad de la victoria comunista del "concesivo" enfoque de Juam  XXIII en los asuntos políticos en esos tiempos ....

Vemos, por tanto, que Juan XXIII deliberadamente rompió la militancia de la Iglesia Católica y el comunismo abrió a ella, su peor enemigo. Este esfuerzo de destrucción sería continuada por Pablo VI meticulosamente, Principalmente mediante la supresión del índice de libros prohibidos y se establece el pluralismo teológico en la Iglesia, ( la muestra en otra nota posterior.)

Estas acciones de los Papas en arrasar las murallas de la Iglesia trae a la mente el texto misterioso de St. Paul de la kathekon (que restringe la pausa -. 2 Tesalonicenses 2:6) Eso sería abolido y causa la mayor apostasía de la Historia y la venida del Anticristo. También encajan con las palabras de Nuestra Señora de La Salette, que dijo que Roma se convirtirá en la sede del Anticristo.

  1. Ver Atila S. Guimarães, en las aguas turbias del Concilio Vaticano II
  2. Ver Atila S. Guimarães, Animus injuriandi I

LA LITURGIA SISTER


Y ahora la Liturgia Sister Act!





Este infame el que tiene los colores del arco iris es el rector de la catedral de Schönborn el "sacerdote"  "Fr" Anton Faber - que es el mismo Faber quien dio la Novus Ordo entierro al blasfemo ateo-comunista pornógrafo Alfred Hrdlicka en el 2009 (ver video aquí) .

viernes, 28 de diciembre de 2012

LOS SANTOS INOCENTES



Colecta del día

  Deus, cujus Hodierna die Praeconium Innocéntes martyres no Loquendo, sed moriéndo conféssi sunt: ​​Omnia nobis en vitiórum mala mortificación; ut fidem tuam, quam lingua nostra loquitur, etiam moribus vita fateátur. Per Dominum ..




Haremos referencia a aquel extraño, despótico, ingobernable e indescriptiblemente cruel personaje, a quien los Evangelistas designan enfáticamente como ‘EL REY HERODES'- aquel hombre peculiar que usurpó el Trono de David cuando nacía Cristo, el verdadero Rey. La prueba que nos permite identificar al ‘rey' de Daniel, 11.36-39 con Herodes el Grande y su dinastía, es tan convincente, que nos sentimos seguros al decir que la profecía no puede referirse a ningún otro. ‘Sería realmente extraño si [...] no se hiciese mención en la Escritura de aquel singular personaje, que ejerció sobre los asuntos de la Judea y sus destinos, una influencia tan grande que supera a la de todos los demás gobernantes, y que estaba sentado sobre el trono de lo que ya eran las ruinas del Antiguo Israel cuando la Encarnación del Señor.  Las palabras, ‘el rey,' debieran bastar, bajo la luz del contexto, sin mayor descripción, para que aquellos que escudriñan el Santo Escrito identificaran a Herodes; pues solamente Herodes es llamado por tal título en los Evangelios: y sólo él tuvo el rango y la autoridad de ‘rey' en Israel, en los días post-exílicos, ‘los últimos días' de la profecía de las Setenta Semanas. El texto no habla de un rey sino del rey, empleándose el artículo enfático en la lengua Hebrea...' El ‘hombre de pecado' descripto en 2 Tes, 2.3-10, entienden algunos, sería el ‘rey' de Daniel, 11.36.  Ahora, éste no es llamado ‘un' rey, ni descripto como dueño de un rango sacerdotal, sino como uno que reclama culto divino en el Templo de Dios, respaldando sus pretensiones con milagros y prodigios mentirosos. El ‘rey' de Daniel 11.36 es un personaje muy distinto, y alcanza sus objetivos de una manera diferente, como lo comprenderá todo aquel que compare, con diligencia, ambos pasajes...'  Aún más (y a esto queremos llamar específicamente la atención,) se dice de este rey que ‘prosperará hasta que se verifique la desolación,' - o hasta que la Ira se consume - en cumplimento de lo cual la dinastía Herodiana mantuvo, (navegando los conflictos de los tiempos,) su favor con Roma, y floreció en autoridad en Palestina, hasta la destrucción de Jerusalén, lo que constituye ‘la ira,' o ‘indignación,' o ‘tribulación' a la cual estas profecías de Daniel [en su sentido inmediato] se vinculan, señalando ‘el fin' de la nación del viejo Israel. Pues fue ‘Herodes el Rey' quien buscó dar muerte a Cristo muy pronto, luego de su nacimiento, y fueron sus herederos, de la misma familia, quienes dieron muerte a Juan el Bautista (hecho consumado por Herodes Antipas) y a Santiago, hermano de Juan (a manos de Herodes Agripa I, quien además llevó a la cárcel a San Pedro, con el propósito de entregarlo a los Judeanos,) y, finalmente envió a San Pablo en cadenas a Roma (lo cual dictaminó Herodes Agripa II, el último de la dinastía,

2. ‘Cuando el rey Herodes escuchó estas cosas, se perturbó, y toda Jerusalén con él.' Herodes se consternó, pues temía perder el reino de los Judeanos, ahora que Cristo, su verdadero y legítimo Príncipe, había nacido. Qué maravilloso' dice San Agustín, ‘que la impiedad se turbe cuando nace la piedad.' (Serm. 2, de Innocent.) Jerusalén se desquició, pues; tanto porque había muchos que seguían a Herodes, cuanto como por el susurro de los Escribas y los Jefes de los Sacerdotes, que medraban en la molicie y buscaban su propio beneficio, transidos por un sueño cobarde de letargo moral e intelectual: tal como sucede ahora con las espurias ‘jerarquías' de las Iglesias Apóstatas y de la misma Roma, sede del Sanhedrín contemporáneo. Los Talmudistas no increpaban a Juan el Bautista o a Jesús por los bautismos y los milagros; ellos aducían que Juan y Jesús no tenían las credenciales del Sanhedrín, de aquellos Setenta que, desde la Epifanía de la Ley dada a Moisés, detentaban la autoridad en Israel. Ellos cuestionaban la ‘sucesión apostólica' del Amigo del Esposo, como la del Divino Maestro. Pero las credenciales de ambos tenían origen celeste; les fueron dadas por el Padre Eterno,  en el Poder del Verbo y del Paráclito. Así se levantan Elías y Enoch, en el tiempo del fin, dos jefes espirituales que vienen en defensa del Verbo desde el ex Protestantismo y la Ortodoxia oriental, como profetizaba el padre Leonardo Castellani. - Los Fariseos no sabían qué pensar en cuanto la Venida de Cristo, como hoy el -papa y demás apóstatas de las Iglesias caídas no saben qué pensar de la Segunda Venida de Cristo.  Ahora que ‘el Cetro se había apartado de Judá' según Jacob lo había previsto, ahora sucedía que el Cristo, el Rey de Reyes, iría a nacer. Así lo observa sabiamente S. Gregorio, (Hom. 10. in Evangel.) ‘Cuando el Rey de los Cielos nació, el rey terrenal se ofuscó, pues, por cierto, la exaltación mundanal es confundida cuando se revela la grandeza celeste.' - Fue entonces que Herodes, percibiendo que los Sabios reyes magos lo habían eludido, montó en una violenta y amarga cólera contra los niños. Como lo dice  S. Juan Crisóstomo, ‘Inextinguible es la ira que el celo enciende contra un rival por el poder de una corona. Como una bestia salvaje, herida, todo lo desgarra allí donde sus ojos miran, como si ello fuera la causa de sus llagas.' - La desordenada ambición de Herodes en retener y acrecentar el reino de la Judea, le condujo a este horrendo infanticidio. Sabía por los Escribas que el tiempo de la Venida del Cristo estaba próximo, pues el Cetro de Judá había pasado a sus manos; él, un extranjero, desde que, como la mayoría de los ‘Judíos' -Judeanos- de aquellos tiempos, Herodes era descendiente de Esaú.  Él ambicionaba para sí el título de Mesías; y así dijo al pueblo que él era el Cristo esperado. Para ello reconstruyó el Templo de modo magnífico, rivalizando con el de Salomón; templo del cual dirán los Fariseos a Cristo, ‘Sesenta y cuatro años duró la construcción del Templo, ¿y tú lo volverás a levantar en tres días?' Pero fue en vano que Herodes codiciara la honra del Mesías. Pues el Mesías, Nuestro Señor Jesucristo, se levantaría de la raíz de Judá,y fue el heredero y el hijo prometido a David. Herodes era del linaje de los Edomitas, o Idumeos.  Así, al percibir que el legítimo Mesías había nacido, habiendo sido anunciado a los Magos por una Estrella, decidió Su muerte. Y cuando supo por los Escribas de que el Hijo de Dios había nacido en Belén, sin que se conociera, por otra parte, en cuál familia, en qué hogar; ordenó la muerte de todos los Infantes de Belén. Y aquí se advierte el justo Juicio de Dios; pues por ese mismo acto Herodes confirmó el reino para Cristo, quitándolo de las manos del Idumeo. Como castigo en su impiedad, Herodes asesinó a sus propios hijos, quienes le habrían sucedido en el trono; y ese mismo año, poco después de la masacre de los niños y de Antípater, su otro hijo, él mismo fue devorado por los gusanos, muriendo poco antes de la Pascua, atacado de una enfermedad espantosa. Cristo había huido de la matanza en la hégira a Egipto; y, desde entonces, gradualmente, Su nombre, y Su reino y Su gloria se incrementaron. Sí; los Infantes asesinados por Herodes por su odio contra Cristo, testificaron en su misma muerte que Cristo, el Dios sobre todo dios, el Señor de señores, había nacido. - Herodes es un tipo del Diablo y de los seguidores de éste, los visibles incluidos, que intentan por todos los medios cortar a los niños de la vida-a todos aquellos que son débiles en la fe y la virtud-antes de que hayan tenido la ocasión de adquirir fortaleza y conocimientos. En tanto, si asesina a los pequeños, él supone que entre ellos está matando al mismo Cristo, a quien busca trastornar de modo incesante; a la vez que desea ávidamente remover a los que han nacido de nuevo del agua y la Palabra en el Santo Bautismo; y eliminar, por decirlo así, la infancia en su tierna fe. Conducta similar se encuentra hoy día entre los activistas que promueven el aborto, como en los falsos profetas que se han adueñado de los templos, las parroquias, y las sedes episcopales.


¡Alabado sea el Señor, hijos, alabad el nombre del Señor.
(En el versículo Aleluya de la Misa del día, Ps. 112. 1)

La matanza de los Santos Inocentes por Duccio di Buoninsegna , 1311

jueves, 27 de diciembre de 2012

En la fiesta de san Juan, Apóstol y Evangelista. San Vicente Ferrer








En la fiesta de San Juan, Apóstol y Evangelista

por San Vicente Ferrer

Tema: Era un gran varón ante su señor y gozaba de su favor (2 Chr 5,1)
 
1. Para declarar este texto, y como introducción a la materia que voy a predicar, recuerdo cierta historia, narrada en el libro de Ester, capítulo VI, la cual será la base del sermón. Aquel gran rey y emperador que se llamaba Asuero preguntó una vez a un consejero suyo muy sutil: «¿Qué ha de hacerse con aquel a quien el rey quiere honrar?» Después de reflexionar un poco, respondió el consejero: «Para honrar a quien el rey desea honrar, debe vestirlo con las vestiduras reales y montarlo sobre un caballo de la caballeriza real, y ceñir su frente con la regia corona, y que el primero de los príncipes del rey lleve la brida de su caballo y, paseándole por la plaza de la ciudad, vaya pregonando ante él: Así se hace con aquel a quien el rey quiere honrar» (Est 6,6-9). Estas cinco cosas deben hacerse con el hombre a quien el rey quiere honrar.
El Señor Jesús, rey potentísimo, hizo estas cinco cosas con magnificencia en la persona de San Juan Evangelista. Por esta causa escogí el tema que dice: Era un gran varón ante su Señor y gozaba de su favor. Dividimos el tema en las cinco partes susodichas. Digamos algo de cada una de ellas.
 
2. Referente a lo primero, se dice que el hombre a quien el rey quiere honrar ha de ser vestido con la vestidura del rey. Yo os digo que San Juan vistió la indumentaria regia, de la misma calidad que la de Cristo. Veamos cómo.
La humanidad que Cristo tomó en el seno de la Virgen se llama vestidura. Porque así como el vestido cubre el cuerpo para ocultar la carne, así dice la Escritura de Cristo: «Existiendo en forma de Dios, se anonadó tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a las hombres, y hallado en la condición de hombre» (Phil 2,6-7). Del mismo paño, es decir, de la misma carne fue revestido San Juan. Imaginaos que de una misma pieza de tela preciosa, por ejemplo, de escarlata, se viste el rey y el soldado: la vestidura del rey se hace de un extremo, y la del soldado del otro. Así aconteció con el Rey (Cristo) y con el soldado (Juan). La pieza de tela preciosa era Santa Ana, la cual, como una pieza de tela, tenía dos extremos, es decir, dos hijas. La primera, cabeza principal, fue la Virgen María; la última, María Salomé. Del primer extremo, es decir. de la Virgen María, se vistió Cristo. Del último fue vestido Juan. He aquí cómo gozó del primer favor del Rey, pues fue hermano de Jesucristo por especial parentesco con la Virgen María. Cuando Cristo Rey, el día de viernes santo, llegó a la batalla, cabalgando sobre la cruz, dijo a la Virgen su Madre, señalando a Juan: «Mujer, he ahí a tu hijo; no sólo sobrino, sino hijo. Y a Juan dijo: He ahí a tu madre, y no sólo a tu pariente. Desde aquella hora la recibió el discípulo como suya, es decir, como a madre (Io 19,21).

3. Esta singularidad de nadie se lee. Pues la Virgen María le llamaba hijo, como si hubiera sido vestido del mismo paño que Cristo. Y Juan la llamaba madre. Viendo el apóstol su honor, cantaba gozosamente esta copla: «Gozoso me gozaré en el Señor, y mi alma saltará de júbilo en mi Dios, porque me vistió de vestiduras de salud y me envolvió en manto de justicia» (Is 61,10). Distingamos en esta frase cuatro cláusulas, dando a cada una su valor.
La primera, gozoso. Gozoso de la consanguinidad con Cristo: porque fue vestido de la misma pieza de tela.
Segunda: Me gozaré de ser hijo de la Virgen María.
Tercera: Saltará mi alma en mi Dios, porque me vistió con vestidura de salud, es decir, de Jesús, que en hebreo quiere decir salud. Vestiduras, de consanguinidad y fraternidad con Jesús.
Cuarta: En manto de justicia, es decir, de penitencia, por la que se gozaba San Juan más que por su vestidura, aun siendo el primer primo de Cristo. La penitencia se llama justicia, pues en ella se hace justicia: con el corazón, teniendo contrición de los pecados, y por la boca, mortificándose; con los oídos, escuchando a los predicadores; contra la gula, absteniéndose de las cenas, de la comida y de la bebida; con las manos, restituyendo lo robado y elevándolas en la oración; con los ojos, derramando lágrimas y gimiendo en la oración; con el cuerpo, disciplinándose y afligiendo la carne. Por eso dice el salmo: «He hecho justicia y derecho; no me dejes en manos de los que me calumnian» (Ps 118,121).

5. Respecto al segundo grado de honor, dice el tema: El varón a quien el rey quiere honrar debe cabalgar sobre el caballo de la caballeriza real. Juan recibió este honor de parte de Cristo. Montó el caballo de Cristo, con su montura, freno y espuelas. Si alguien objeta que Cristo no montó a caballo, sino en un asno, y sólo cuando tuvo necesidad, le responderé que en la Escritura, cuando se compara el cuerpo con el espíritu, se le llama caballo. Razón: porque así como el soldado rige el caballo, así nuestro cuerpo debe regirse por el espíritu que sobre él cabalga, caminando de frente hacia las buenas obras, o frenando por la templanza, a derecha e izquierda.
En este caballo cabalgó San Juan. Supo regir su cuerpo con el freno de la abstinencia y con las espuelas, pues nunca cayó de la montura de la virginidad. De este caballo real puede entenderse lo que el mismo Juan escribe: «He aquí un caballo blanco (el cuerpo de San Juan), y el que lo montaba se llamaba fiel, verídico» (Apc 19,11). La fidelidad corresponde al corazón, pues nunca deseó la deshonestidad en su corazón: y fue veraz, porque nunca perdió su virginidad de obra.

8. Si alguien dice que este privilegio no fue exclusivo de Juan, pues otros muchos fueron vírgenes, le diré que en el paraíso y en este mundo hay muchos que son vírgenes. Pero creo que no lo son en el mismo grado que Juan, ya que nadie guardó la virginidad como él. Siendo de veintisiete años se desposó, e hizo el convite nupcial, al cual asistió Cristo con su Madre, la Virgen María, y, según San Jerónimo, fue cuando Cristo convirtió el agua en vino. Terminado el convite, por la tarde la esposa quizá estuviese ya en su habitación, tal vez en el lecho. ¿Qué pensáis vosotros, esposos? Vosotros, que pasáis por carnales, de pies a cabeza. Entonces Cristo lo llamó y le dijo: Ven conmigo; quiero que seas religioso (pues, según Santo Tomás, 2-2, q.88, los apóstoles hacían los tres votos de castidad, pobreza y obediencia). E inmediatamente, alcanzado el permiso de su esposa, Juan siguió a Cristo. Su esposa pudo casarse con otro varón. De donde se sigue que los desposados pueden separarse para entrar en religión. El Señor esperó este momento para llamarlo: ni antes del desposorio, ni antes del convite, sino cuando el lobo quería devorar la oveja. Por eso dice San Jerónimo en el prólogo al evangelio de Juan: "Este es Juan evangelista, uno singular entre los discípulos del Señor. Siendo virgen, fue elegido por Dios; al cual llamó el Señor en las nupcias, cuando iba a consumarlas".

9. Aplicación moral: Juan el pescador tenía veintisiete años y llegó virgen al matrimonio. Si hoy hubiera uno como él no encontraría esposa. Obedeció al instante a Cristo y abandonó a la esposa. El Señor no manda abandonar a las esposas, sino preservarse de las inmundicias, y que os conforméis con vuestras esposas, blanca o negra, joven o vieja, sana o enferma; es una carga del matrimonio. Los que no están casados, vivan castamente, según el consejo de Tobías: «Guárdate, hijo mio, de toda fornicación y no cometas el crimen de apartarte de tu esposa» (Tob 4,12).

10. Respecto al tercer grado de honor, se dice: El varón al que el rey quiere honrar, debe ceñir su cabeza con la corona real. La corona que ciñó Cristo hombre el día de su concepción fue la sabiduría perfecta, porque la sabiduría reside en la cabeza, como la corona. Decimos vulgarmente que el sabio tiene buena cabeza. La corona de Cristo tuvo cuatro puntas, cuatro flores, como las coronas reales: delante, la ciencia de la Trinidad, habida en su concepción, ya que no sólo en cuanto Dios. sino también en cuanto hombre contemplaba la Trinidad, como los bienaventurados en el cielo. Veía al Padre, engendrador, y, al Hijo, engendrado, y la espiración de ambos, el Espíritu Santo.
Detrás, tuvo la ciencia y conocimiento de todas las criaturas y de todas las cosas pretéritas y futuras, de todos los pensamientos de los corazones. A la derecha, tuvo el conocimiento de la gloria del paraíso, porque en el instante de su concepción vio abierto el libro de la predestinación, y supo quiénes se salvarían y la causa de su salvación. A la izquierda, tuvo conocimiento de las penas del infierno, de todos los condenados y, de las causas de su condenación, porque tenía delante el libro de la presciencia.

11. Cristo fue coronado con esta corona en el momento de su concepción, cuando la Virgen, asintiendo a las palabras del ángel, dijo: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Al decir esta última palabra quedó formado el cuerpo de Cristo y se le infundió el alma, dotada de estos cuatro grados de ciencia. Sobre esta corona dice la Escritura: «Salid, hijas de Sión, a ver al rey Salomón con la diadema de que le coronó su madre el día de sus bodas, el día de la alegría de su corazón» (Cant 3,11). Notemos la expresión "Hijas de Sión", por la que se refiere a las almas contemplativas. Salid y ved al rey Salomón, a Cristo. Es norma, entre los judíos y entre nuestros doctores, que en el Cantar de los Cantares, cuando se habla de Salomón, del amado o del esposo, se ha de interpretar que se habla de Cristo. Con la diadema de que le coronó su madre. Por parte de su madre le pertenecía, por derecho, el reino de David; no por parte de su padre, pues en cuanto hombre no tuvo padre. En el día de su desposorio, es decir, en el día en que asumió la humanidad en la unidad de supuesto. Pues así como el varón y la mujer no son dos, sino una carne (por tanto: lo que Dios unió no lo separe el hombre, Mt. 19,6). del mismo modo la humanidad y la divinidad en Cristo subsisten en una misma persona. Y en el día de la alegría de su corazón, es decir, de la ciencia que tuvo desde el primer instante de su concepción.

12. San Juan evangelista fue coronado con esta corona de sabiduría en la noche de la pasión, más que los demás apóstoles. San Juan, sentado, dormía durante la última cena. Viéndolo Cristo, le dijo: «Juan, ¿duermes? Reclina tu cabeza aquí. Y entonces reclinó su cabeza sobre el pecho de Jesús, lo cual no lo hubiera hecho el Maestro si no lo quisiera coronar en la cena sobre su pecho. Entonces recibió la corona de sabiduría. Por eso dice la Iglesia en su oficio: «Bebió el agua pura del evangelio de la fuente sagrada del pecho del Señor». En aquel instante le fue impuesta la corona real, con sus cuatro flores. Por delante, el conocimiento de Dios: por ella compuso Juan el evangelio. Detrás, el conocimiento de todas las criatura. A la derecha, el conocimiento de la gloria y, de los predestinados: por eso escribió su primera epístola canónica. A la izquierda, el conocimiento de los condenados: por ello escribió la segunda y tercera epístolas canónicas. Por tanto, podemos decir de él: «Corona de oro sobre su cabeza, grabada con el signo de la santidad» (Eccli 45,14).
13. Corona de oro. Yo encuentro que hay cuatro coronas: de plomo, de hierro, de plata y de oro. La corona de plomo es la doctrina y escritos de los poetas, pues son negros como el plomo. De ellos dice Cato en Los Morales: "Aunque canten cosas admirables, no hay que dar crédito a los poetas". Por tanto, dad de lado a esa corona de plomo, aunque raramente podéis serviros de ella, como hizo san Pablo.
La corona de hierro es la ciencia filosófica. Pues así como el hierro es fuerte, del mismo modo la filosofía construye fuertes razones y argumentos. Por tanto, aunque podamos servirnos de ella como de esclava de la teología en muchas ocasiones, sin embargo, no lo hemos de hacer para fundamentar la fe, ya que nos induciría a error y nos condenaríamos. Por eso nos previene san Pablo: "Mirad que nadie os engañe con filosofías vanas y falaces" (Col 2,8).
La corona de plata es la retórica. Pues así como la plata hace buen sonido, del mismo modo la retórica tiene buen sonido, grato al oído: "Tantarantan, tantarantan, titirintin..." De esta corona dice el Apóstol: "Me envió Cristo a evangelizar no con artificiosas palabras, para que no se desvirtúe la cruz de Cristo" (1 Cor 1,17).
La corona de oro es la sagrada teología, la Biblia y los escritos de los doctores aprobados por la Iglesia. A ésta se refiere la escritura cuando dice: "Corona de oro sobre su cabeza".

14. Grabada con el signo de la santidad. Porque la corona de sabiduría que es la teología no tiene fuerza si no está sellada con la señal de la santidad, de la buena vida. Por ejemplo, si se recibe en esta villa una carta muy bien escrita, ordenada y pulcra en su decir, pero no está en ella el sello, ¿qué diríais de tal carta? Evidentemente, la contemplaríais y os deleitaríais leyéndola por su forma pulcra; mas no tendríais fe en ella, porque falta el sello por el que le dais fe. Lo mismo ocurre con la predicación, pues aunque esté muy bien ordenada y avalada con muchas autoridades, si no está sellada con el sello de la buena vida, no le dais fe; más bien diréis: ¡Oh, que locuaz!, ¡qué bien predica!
Como san Juan llevaba buena vida, se dice de él: "Sellada con el signo de santidad". Por eso mereció esta corona de sabiduría, cumpliéndose en él la profecía del salmo: "Lo has coronado de gloria y de honor; le diste el señorío sobre las obras de tus manos" (Ps 8,6-7). Porque poseyendo en su alma la corona de sabiduría, la manifestaba al exterior por el signo de santidad y buena vida.

15. Muchos llevan hoy la corona de la sabiduría, pero no está sellada con el signo de santidad, sino con el signo de vanidad. Tienen gran ciencia, pero mala conciencia. Llevan la corona de la sabiduría en la cabeza, adornada con cuatro flores: delante, la ciencia que tienen sobre Dios: leen: disputan acerca de sus atributos, relaciones y sobre los nombres divinos. Mas no tienen el sello de santidad, porque no tienen sabor de devoción. Detrás, la ciencia de las criaturas: disputan de las influencias de las constelaciones y cuerpos celestes; pero les falta el sello de santidad, que es el desprecio de las criaturas corruptibles, con las que mancillan su saber. A la derecha por la ciencia de la gloria celestial, de los que se salvan y las obras por las que se salvan: predican y disputan, arguyen sobre los órdenes de los ángeles y los grados de gloria; pero su sabiduría no tiene el sello de santidad, porque no se preparan con una vida buena para llegar a la gloria, ni la desean ardientemente. A la izquierda, la ciencia que tienen del infierno, por la que disputan sobre las penas de los condenados; mas su sabiduría no está sellada con el signo de santidad, y así, no evitan los pecados para no descender al infierno.

16. Por lo que al cuarto grado de honor se refiere, dice el texto: Al varón a quien el rey quiere honrar ha de tenerle el caballo el primer príncipe real. Cristo concedió este honor a san Juan. Entre los ángeles el príncipe mayor en la curia de Cristo, en todo lo referente a los hombres, es Miguel: He aquí a Miguel, uno de los príncipes supremos (Dan 10,13). Este príncipe sujetó el caballo a Juan, es decir, sujetó su cuerpo, para que no fuera presa de tormentos en la hora de la muerte, siendo así que los demás apóstoles murieron en tormentos. Pero Juan ni siquiera murió en el tormento del aceite hirviendo, en el que lo sumergió el emperador Domiciano, porque predicaba el nombre de Cristo; y eso que era ya anciano. Tampoco murió en el destierro, cautivo en el desierto. Ni le dañó el veneno que le procuró Aristodemo, príncipe de los ídolos. Razón: porque el príncipe mayor de la curia de Cristo sujetó y condujo su caballo. De él se cumplió la profecía que dice: Tú eres mi siervo; si atraviesas las aguas [cuando eras conducido al destierro de Patmos], yo seré contigo y no te sumergirán las olas: si pasas por el fuego [el tormento del aceite], no te quemarás y las llamas no te consumirán (Is 43,2).
En cuanto al quinto grado dice. Y caminando por las plazas de la ciudad [con la corona en su cabeza y llevando el príncipe su caballo], clamará el pregonero: De este modo será honrado aquel a quien el rey quiere honrar.
Dios concedió este honor a san Juan. La ciudad es el paraíso, del cual dice David: Cosas muy gloriosas se han dicho de ti, ciudad de Dios (Ps 86,3). Las anchas plazas son las órdenes de los ángeles: La plaza de la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente (Apc 21,21). Veamos como el gran príncipe san Miguel clamó por las plazas de esta ciudad. Cuando san Juan tenía cien años, se le apareció Cristo invitándolo a la gloria. El apóstol, antes de su muerte hizo construir una fosa cuadrada en la iglesia, y la tierra que de allí extrajo la sacó fuera del sagrado recinto. Habiendo convocado al pueblo, predicó un gran sermón sobre el amor, diciendo: Hijitos, amaos mutuamente. Como no dijera otra cosa, el pueblo le preguntó: Padre, ¿te has olvidado de tus hermosas pláticas? Entonces respondió el apóstol que, habiendo de ausentarse, les decía estas última palabras para que las recordaran siempre. Porque si os amáis mutuamente no habrá entre vosotros riñas, discordias, malas voluntades, ni envidia de los honores, riquezas, oficios, etc. Y terminando el sermón, en presencia del pueblo, entró en la fosa. Imaginaos el llanto de aquel pueblo por la ausencia de tal padre, que marchaba diciendo: "Invitado a tu convite, Señor Jesucristo, he aquí que vengo". Al instante descendió Cristo con los Apóstoles y santos ángeles, circundados de tanta claridad que el pueblo no podía abrir sus ojos. Y Juan entregó su alma, sin el menor dolor, en las manos de Cristo. A este propósito dice san Jerónimo: «Tan libre estuvo de los dolores de la muerte, cuan ajeno a la corrupción de la carne» (Adversus Aviene., 1,1).

18. Cuando se disipó la claridad, llegóse el pueblo a la fosa y no encontró en ella sino un maná que brotaba de la tumba. ¡Oh!, dijeron algunos. Este era Dios, pues he ahí lo que hace su exhalación. Estaban en un error, porque este bullir de maná significaba que su doctrina evangélica corrió por el mundo entero. Otros pensaron que estaba en el paraíso terrestre para predicar contra el anticristo, a fin de que haya contra él tres testigos: uno de la ley natural, Enoc; otro de la ley escrita. Elías, y un tercero, Juan, de la ley de gracia. Mas esto es falso. ya que él mismo dice en el Apocalipsis (11,3) que habrá sólo dos testigos que predicarán contra el anticristo: Elías y Enoc. ¿Dónde está San Juan? Aceptemos la doctrina y opinión de Santo Tomás, de la Orden de los frailes predicadores, el cual, en una apostilla sobre el evangelio de San Juan (c. 21, lect. 5), dice que, después que el apóstol murió y fue puesto en la tumba, resucitó y subió en cuerpo y alma al paraíso. Entró en el cielo pasando por las plazas, por en medio de los órdenes de los ángeles, caminando en cuerpo y alma. El príncipe Miguel clamaba: De este modo será honrado aquel que el rey quiere honrar. Y con tal honor subió hasta el orden de los serafines, a los pies de nuestro Señor Jesucristo y de la Virgen María, donde tenía reservada su silla. Por ello puede decir: Cuando caminaba a las puertas de la ciudad, se alzaba mi silla en la plaza (Iob 29,7), en la plaza superior. Esta es la razón por la cual dice el tema: Era un gran varón ante su Señor y gozaba de su favor.

martes, 25 de diciembre de 2012

¿A QUIÉN HAN VISTO, PASTORES?






¿A quién han visto, pastores?

¿A quién han visto, pastores
que bajaba de los cielos?
- Al Rey de reyes sentado
en una cuna de incienso.

Al Señor de los señores
entre pañales envuelto
como un jazmín perfumado
en una noche de invierno.

Los ángeles le cantaban
la gloria que hay en el cielo.
Serafines lo adoraban
ardiendo de Amor sincero.

Las estrellas le brindaban
la luz que brota en su seno
y la luna señalaba
un sol envuelto en misterio.

La salvación anunciada,
el Mesías verdadero,
la fuente de toda gracia,
la luz de todo sendero.

De rodillas lo adoramos,
vengan ustedes a verlo
y postrados le entregamos
el corazón en un rezo.

Porque Él es nuestra alegría
hoy le canta el universo,
ante el altar del pesebre
en que se ofrece el incienso.
         
 


Poema de :

 Fray Alejandro R. Ferreirós OFMConv 


IMAGENES DE NAVIDAD



                   GALERIA DE NAVIDAD : IMAGENES





Imagen Banner, Plain
CORREGGIO
Adoración de los niños: 1
CORREGGIO
Adoración del Niño: 2
CORREGGIO
Adoración de los pastores
IL Cigoli
Adoración de los pastores 1
JUAN MAINO
Adoración de los Reyes Magos
JUAN MAINO
La Natividad
GHIRLANDAIO TALLER
La Natividad
LORENZO LOTTO
Adoración de los pastores
GHIRLANDAIO
Adoración de los Pastores: Detalle
GHIRLANDAIO
Adoración de los Pastores: 1
MURILLO
Adoración de los Pastores: 2
MURILLO
Adoración de los pastores
STROZZI
Adoración de los pastores
PITTONI
Adoración del Niño Jesús
CARTEL DE LA IMAGEN
Adoración de los Reyes Magos
Zubaran
Adoración de los Reyes Magos
PETER PAUL RUBENS
Adoración del Niño Jesús
BOTTICELLI
Adoración de los Reyes Magos
VELÁZQUEZ
Adoración del Niño Jesús
Botticini
Adoración de los Reyes Magos
Mabuse
Adoración de los Reyes Magos
Joos Van Cleve
Adoración de los pastores
GIORGIONE
Adoración de los pastores 1
GERARD Honthorst
Adoración en el bosque
Fra Filippo Lippi
Adoración en el Bosque: Detalle
Fra Filippo Lippi
Adoración de los Reyes Magos
BARTOLO BATTILORI
Adoración de los Reyes Magos
Gentile da Fabriano
El bebé recién nacido
Georges de La Tour
Adoración de los Reyes Magos
Filippino Lippi
Adoración de los Reyes Magos: Unrestored
Filippino Lippi
Adoración de los Reyes Magos
Lorenzo di Credi
Adoración de los Pastores 2
GERARD [GERRIT] Honthorst
Adoración de los Reyes Magos
MURILLO
Adoración de los pastores
IL PAVESE
Adoración de los Reyes Magos
RUBENS
Adoración de los Reyes Magos
TIEPOLO
Adoración de los pastores
Georges de La Tour
Adoración de los pastores
CASTIGLIONE
La Natividad
MAESTRO DEL LOUVRE
Navidad
FREDERICO BAROCCI
Nacimiento: Tarjeta de reproducción
FREDERICO BAROCCI
Adoración de los Pastores 2
JUAN MAINO
Navidad
MARTINI
Adoración de los Reyes Magos
FRA LIPPI
Adoración de los Reyes Magos
Quentin Massys
Detalle de la Adoración de los Reyes Magos
Quentin Massys
Adoración de los Reyes Magos: Más pequeño
Quentin Massys
Adoración de los pastores
VERONESE

Adoración de los pastores
Jacopo Bassano

Adoración de los pastores
Martin Schongauer

Adoración de los Reyes Magos
Hans Memling

Adoración de los pastores
LORENZO LOTTO

Los paneles de la natividad con los santos y los donantes
Gerard David





lunes, 24 de diciembre de 2012

NOCHEBUENA



Ayuno y Abstinencia (tradicional)


 


Vigilia de la Natividad de Nuestro Señor

Nochebuena
FUENTE: ARS 

P. CERIANI: MISA DE NOCHEBUENA


MISA DE NOCHEBUENA

Si consideramos el carácter de la Navidad en la Santa Liturgia, vemos que este tiempo está especialmente dedicado al júbilo de la Iglesia por el Advenimiento del Verbo divino, y especialmente consagrado a las congratulaciones debidas a la Purísima Virgen por su divina Maternidad.

Este doble pensamiento de una Madre Virgen y de un Niño Dios se expresa a cada momento en las oraciones y ritos de la Liturgia.

Todo es misterioso en los días en que nos encontramos. El Verbo de Dios, cuya generación es anterior a los siglos, nace en el tiempo; un Niño es Dios, una Virgen es Madre y permanece Virgen; las cosas divinas se mezclan con los asuntos humanos…
Esta antítesis inefable y sublime es expresada por el discípulo amado en el Evangelio: El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros.
Esta frase se repite en todos los tonos y bajo todas las formas en las oraciones de la Iglesia: porque resume maravillosamente el gran evento de la unión, en una sola Persona divina, de la naturaleza humana y la naturaleza divina.
Misterio deslumbrante para la inteligencia humana, pero suave y dulce misterio para el corazón de los fieles. Es la consumación de los designios de Dios en el tiempo, el objeto de la admiración y el asombro de los Ángeles y Santos en su eternidad, al mismo tiempo que el principio y el medio de su bienaventuranza.
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Veamos de qué manera la Santa Iglesia lo propone a sus hijos, bajo los símbolos de la liturgia.
Después de la espera de cuatro semanas de preparación, imagen de los cuatro mil años del mundo antiguo, hemos llegado al vigésimo quinto día del mes de diciembre, como a una estación deseada.
Jesucristo, Nuestro Salvador, la Luz del mundo, nació en el momento en que la noche de la idolatría y del delito se espesaba más profundamente en este mundo. Y he aquí que el día de la Natividad, el 25 de diciembre, es precisamente aquel en que el sol material, en su lucha con las tinieblas, repentinamente revive y prepara su triunfo.
En el hemisferio norte, el decaimiento de la luz física y el acortamiento de los días durante el Adviento es como un triste emblema de la expectativa universal de aquellos días. Hemos clamado junto con la Iglesia al Oriente, el Sol de justicia, único que puede arrancarnos de los horrores de la muerte del cuerpo y del alma.
Dios nos ha escuchado; y el mismo día del solsticio de invierno, famoso por los horrores y las alegrías en la antigüedad, nos da la luz material y la antorcha de las inteligencias.
De este modo, encontramos la confirmación de nuestra fe allí mismo donde muchos hombres creen ver su ruina.
En efecto, el misterio fundamental de nuestra alegre cuarentena de Adviento se revela en el secreto escondido en la predestinación eterna del tiempo escogido para el día del Nacimiento del Hijo de Dios en la tierra: el vigésimo quinto día de diciembre.
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Examinemos ahora con respeto un segundo misterio, el lugar donde se produce dicho nacimiento. Este lugar es Bethlehem. Es de Belén que debe salir el líder de Israel. El Profeta lo predijo, los pontífices judíos lo saben y lo declararon al rey Herodes.
Pero, ¿por qué razón se ha elegido esta ciudad oscura, con preferencia a cualquier otra, para convertirse en la escena de algo tan sublime? Estemos atentos, cristianos… El nombre de esta ciudad de David significa Casa del Pan… Por eso el Pan vivo venido del Cielo la ha elegido para manifestarse.

Hasta ahora, Dios estaba lejos del hombre; de ahora en más, será una misma cosa con ellos. El Arca de la Alianza, que contenía sólo el Maná, es reemplazada por el Arca de la Nueva Alianza; Arca más pura, más incorruptible que la antigua: la Virgen incomparable, que nos presenta el Pan de los Ángeles, el alimento que transforma al hombre en Dios; porque Jesucristo dijo: el que come mi carne permanece en mí y yo en él.

Es esta la transformación divina que el mundo esperaba durante cuatro mil años, por la que la Iglesia ha suspirado durante las cuatro semanas del tiempo de Adviento. Por fin ha llegado el momento, y Cristo entrará en nosotros, si queremos recibirlo.

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Ha llegado el momento en que el alma fiel recogerá el fruto de los esfuerzos que ha hecho en la laboriosa fase del Adviento, para preparar una morada al hijo de Dios, que quiere tener nacimiento en ella.
¿Cuáles son los deberes que la naturaleza humana y cada una de nuestras almas tienen para con el divino Niño?
Durante el Adviento, nos hemos unido a los Santos de la Antigua Alianza para implorar la venida del Mesías Redentor; ahora que ha llegado, consideremos los homenajes que debemos ofrecerle.
La Santa Iglesia, en este tiempo Santo de Navidad, ofrece al Niño Dios su adoración profunda, el transporte de alegrías inefables, el tributo de reconocimiento sin términos, la ternura de un amor sin par.
Estos sentimientos, de adoración, de alegría, de reconocimiento, de amor, forman el conjunto de deberes que cada alma fiel tiene que ofrecer al Emmanuel en su Pesebre.
Nuestro primer deber es la adoración. La adoración es el primer acto de la religión; pero se puede decir que, en el misterio de la Natividad, este deber es aún más sagrado.
En el Cielo, los Ángeles velan su rostro delante del trono de Dios; los veinticuatro Ancianos inclinan continuamente sus tiaras ante la majestuosidad del Cordero…; ¿qué haremos nosotros, pobres pecadores, indignos de miembros de la raza redimida, cuando el mismo Dios se muestra rebajado, anonadado por nosotros…, cuando, por la inversión más sublime, los deberes de la criatura para con el Creador son cumplidos por el mismo Creador…, cuando el Dios eterno se inclina, no sólo ante la infinita Majestad, sino ante el mismo pecador?
Por lo tanto, es justo que, a la vista de un espectáculo tan increíble, nos esforcemos en ofrecer nuestra profunda adoración al Dios que se inclina por nosotros. Debemos imitar en la tierra, en la medida de lo posible, los sentimientos de los Ángeles en el Cielo; y jamás acercarnos al divino Niño sin presentarle primero el incienso de una adoración sincera, la protesta de nuestra dependencia, el homenaje de nuestro anonadamiento debido a esta Majestad, tanto más digno cuanto por nosotros mismos se ha rebajado, humillado y abatido.
+++
El ejemplo de la Santísima Virgen María servirá poderosamente para mantenernos en esta actitud de humildad. La Virgen María fue humilde ante Dios, antes de ser Madre; convertida en Madre, Ella se vuelve incluso más humilde delante de su Dios y su Hijo.
Por lo tanto nosotros, criaturas viles, pecadores mil veces perdonados, adoremos con todas nuestras fuerzas a Aquel que, siendo el Altísimo, descendió hasta nuestra bajeza, y esforcémonos por compensar este eclipse de su gloria con nuestros actos de adoración ante el Pesebre.
Pero la Santa Iglesia no sólo ofrece al Niño Dios el homenaje de su profunda adoración; el misterio del Emmanuel, del Dios con nosotros, es para Ella fuente de un gozo inefable.
El respeto debido a Dios se concilia maravillosamente con los cánticos sublimes, con esa alegría que nos han exhortado los Ángeles y a la cual nos han invitado a participar.
La Iglesia desea imitar la alegría de los Pastores que llegaron a toda prisa a Belén y se gozan ante el Niño Dios; la misma alegría de los Reyes Magos que, al salir de Jerusalén, ven nuevamente la estrella que los condujo hasta el Rey de reyes.
De allí viene que la Cristiandad entera, habiéndolo comprendido, celebró al divino Niño con aquellos cánticos alegres y populares, conocidos como villancicos de Navidad; preciosas tradiciones, cuyos últimos restos se van borrando con otras tantas hermosas tradiciones de la fe.
Aceptemos de corazón la alegría que viene de arriba como un regalo celestial. La sabiduría divina nos dice que el corazón de los justos es una fiesta continua, porque la paz está en él. En estos días, la paz es aportada a la tierra a los hombres de buena voluntad.
A esta alegría viene unirse el sentimiento de gratitud hacia Aquel que, sin detenerse por nuestra indignidad, quiso escogerse una Madre entre las hijas de los hombres, una cuna en un Pesebre en un pobre establo.
¡Oh presente inestimable! ¿Qué gratitud podremos ofrecer que sea comparable al beneficio, cuando, desde lo más profundo de nuestra miseria, somos incapaces de evaluar incluso el valor?
Sólo Dios Padre sabe bien lo que nos ha dado en este misterio…; y el divino Niño, en el fondo de su Pesebre, guarda el secreto.
Pero si el reconocimiento está fuera de proporción con el beneficio, ¿quién pagará la deuda? Sólo el amor puede hacerlo. Es por eso que la Santa Iglesia, en presencia del Pesebre, después de haber adorado, alabado, alegrado, dado gracias, se siente presa del amor de una ternura indescriptible.
Y todas sus expresiones se cambian en palabras de amor. Sus expresiones de adoración, de alabanza, de acción de gracias, son en sus cánticos expresiones variadas e íntimas de amor que transforma todos sus sentimientos.
Nosotros también, sigamos a la Iglesia, Nuestra Madre, y llevemos nuestro corazón al Emmanuel. Los Pastores le ofrecen su simplicidad, los Reyes Magos le traen ricos presentes; unos y otros nos enseñan que nadie debe comparecer en presencia del Niño Dios sin hacerle un regalo digno de Él.
Ahora bien, es necesario tenerlo bien en cuenta: Él rechaza cualquier otro tesoro que el que vino a buscar. El amor lo ha hecho descender del Cielo. Esta es la materia de nuestros deberes para con Jesucristo en su primer Advenimiento en carne y debilidad.
+++
Pero tal es la grandeza del misterio de este día, que la Iglesia no se contenta con ofrecer un único sacrificio. La llegada de un regalo tan precioso y tan esperado merece ser reconocido por nuevos tributos.
Dios Padre da su Hijo a la tierra; el Espíritu de amor realiza esta maravilla: es necesario que la tierra eleve a la gloriosa Trinidad el tributo de un triple sacrificio.
Además, el que nació hoy en esta noche, ¿no se manifestó por medio de tres nacimientos? Nació esa noche de la Virgen Bendita; va a nacer, por su gracia, en los corazones de los pastores, que son las primicias de toda la cristiandad; nace eternamente en el seno de su Padre…
Este nacimiento triple debe ser honrado por un triple homenaje.
La primera Misa es en honor del Nacimiento del Verbo según la carne.
Los tres nacimientos son efusiones de la luz divina; sin embargo, este es el momento en que el pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz, y donde la aurora apareció para aquellos que vivían en la región de las sombras de la muerte.
En Belén, en la ciudad, todo es oscuridad; y los hombres que no proporcionaron un lugar para el huésped divino, reposan en una paz grosera; pero no serán despertados por el concierto de los Ángeles.
Mientras tanto, a medianoche, la Virgen Madre sintió que había llegado el momento supremo. Su corazón materno es súbitamente inundado de delicias desconocidas; se derrite en éxtasis del amor.
De repente, franqueando las barreras del seno materno por su omnipotencia, el Hijo de Dios, el Hijo de María, aparece recostado sobre paños ante los ojos de su Madre, hacia la cual extiende sus brazos.
La Virgen adora este divino Niño que le sonríe; se atreve a estrecharlo contra su corazón. Le envuelve en los pañales amorosamente preparados por Ella, y lo recuesta sobre un pesebre.
El fiel San José y los Santos Ángeles, según la profecía de David, rinden sus profundos respetos a su Creador.
El Cielo está abierto sobre el establo, y las primeras súplicas del Dios recién nacido ascienden hacia el Padre de los siglos; su primer llanto, sus suaves suspiros llegan a los oídos del Dios ofendido y ya preparan la salvación del mundo.
Finalmente apareció, en su gracia y misericordia, este Dios Salvador; único que podía arrebatarnos de las obras de la muerte y devolvernos la vida. El Apóstol San Pablo acaba de decirnos que Él es el gran Dios, el Señor, cuyo nacimiento eterno es anterior a todo tiempo. Cantemos su gloria con los Santos Ángeles y con la Iglesia.
Después del Evangelio, la Iglesia canta triunfalmente el glorioso símbolo de la fe, en el que todos los misterios del hombre-Dios son resumidos con estas palabras: et incarnatus est de Spiritu Sancto ex Maria Virgine et Homo factus est…
Adoremos profundamente al gran Dios que tomó la forma de su criatura, y rindamos los más humildes respetos a esta gloria que se despoja por nosotros. Tributemos especialmente el homenaje de nuestra inteligencia, rendida por la fe ante el misterio
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La Fe esencialmente consiste en creer una cosa sólo porque Dios nos la ha revelado.
No hay que creer porque lo entendamos o lo demostremos con evidencia, como sucede con las verdades humanas…, sino que hemos de someter nuestro juicio… y nuestro parecer… y nuestros sentidos… y nuestra razón misma a la palabra de Dios.
¡Qué humildad!…, ¡Qué sumisión!… ¡Qué confianza en Dios supone el acto de fe!
Por eso tanto agrada al Señor…, por eso también tanto le ofende el pecado de incredulidad.
¿Qué extraño, siendo esto la fe, que se encontrara en grado tan heroico en la Santísima Virgen? Dios tuvo complacencia especial en infundir esta hermosísima virtud en su Madre Santísima, para que nos sirviera de modelo.
María cree siempre… con sencillez…, con confianza…, sin vacilaciones ni dudas, en la palabra de Dios.
El Ángel de la Anunciación pone a prueba su fe; le dice de parte de Dios que concebirá y dará a luz un hijo. Ella, la Virgen, ¿podía ser Madre? Naturalmente esto es imposible. Sin embargo, no duda, no vacila. En cuanto conoce la voluntad de Dios, cree en Él y acepta todo lo que el Ángel le dice.
Si tuvierais fe, dice Cristo, traspasaríais los montes. La fe es la que hace los milagros. En María, obró el milagro de los milagros…; su fe atrajo al Hijo de Dios de los Cielos a su purísimo seno.
Dios ha querido rodear a la fe de una oscuridad en medio de su certeza e infalibilidad, que la haga más meritoria. La fe es cierta, con una certeza que se funda en el mismo Dios, que no se engaña ni puede engañarnos; pero la fe es oscura, muy oscura a veces, tanto que nunca podremos en esta vida llegar a comprender las verdades que nos enseña.
Todavía hay más. Es de tal clase la verdad revelada, que en ocasiones no sólo hemos de creer lo que no vemos, sino lo contrario de lo que vemos. Éste es, sin duda, el sacrificio más meritorio que nos exige la fe.
Pues bien, a María Santísima tampoco le faltaron las grandes oscuridades que hicieron tan meritoria su fe.
En el Nacimiento, aparece Jesús como un niño en todo igual a los demás. Sabía la Virgen que era el Hijo de Dios, pero… ¿qué pruebas tenía delante?… Más bien todo lo contrario… Un niño pobre, desvalido, llorando igual que todos…, que no sabía hablar, ni andar, ni hacer nada por sí mismo, teniendo necesidad del sustento, del cuidado, del sueño, como los demás; perseguido y abandonado por todos…, etc.
Todo esto ¿eran señales de divinidad?… ¿Pero el Hijo de Dios iba a nacer así? El pesebre, el portal, los animales que le acompañan, ¿esto es digno de un Dios? ¿Cómo es posible esto? ¿No estará equivocada? ¿No se habrá forjado una ilusión que no puede ser?
Su fe es inquebrantable. A pesar de todas estas cosas capaces de hacer vacilar a cualquiera, María no duda ni un momento, cree en la palabra del Ángel y en ella la voz de Dios que la revela quién ha de ser su Hijo.
Adora los misterios sacrosantos y profundísimos de la vida y de la muerte de Jesús, trata de sondear las enseñanzas altísimas, y aunque adornada de gracias especialísimas en el orden natural y en el orden sobrenatural, y a pesar de las revelaciones y luces tan extraordinarias que Ella sola recibió, no obstante, como criatura que es al fin, no puede llegar a comprender los insondables e infinitos abismos de la divinidad…, y humildemente se abraza con la fe ciega, que la hace admitir gustosa y alegremente todo lo que Ella no ve y no comprende, dentro de los planes de la providencia divina.
Admiremos esta humildad tan simpática y tan sobrenatural de María en sus actos de fe, dispuesta en todo momento a dejarse guiar por la voluntad de Dios, y a someter y a rendir su juicio con prontitud a la misma… y, finalmente, su confianza en Dios, que la hacía abandonarse en sus brazos, aunque no viera ni entendiera a dónde ni por dónde la llevaba.

fuente: Radio Cristiandad